lunes, 16 de junio de 2014

10.000 km




Cuando me quedé embarazada fue cuando realmente me di cuenta de lo lejos que estaba de casa. No es lo mismo improvisar estando solo y a tu aire que siendo responsable de un miniser. Es una diferencia enorme el no tener a la familia cerca (no hay forma de que 10.000 km se llamen cerca), ni a los amigos de toda la vida, ni a esa red de conocimiento y apoyo que se teje con los años y con la familiaridad del lugar conocido. Yo entiendo totalmente cuando en otros blogs leo sobre la frustración (o sencillamente mala leche) que se siente ante los consejos no pedidos, las comentarios molestos o la intromisión de la que hace gala mucha gente en cuanto se cruzan con una embarazada o un bebé. A mí me pasa con algunos comentarios que oigo aunque son pocos y en versión china.

Pero a la vez siento cierta morriña de esa red social, donde mucha gente se vuelca hacia ti, y aunque seas la primera en la familia en tener un bebé (de esta generación, me refiero), tu compañera del curro te dirá que su prima compró el carrito en tal tienda, la amiga de tu madre le contará que en tal sitio hay una tienda fulares y meitais supercools donde va su hija y tu amiga te contará dónde fue su hermana a las clases preparto. A partir de ahí, ya te informarás de lo que te gusta, de lo que no, e irás aprendiendo que consejos seguir y cuales ignorar con una sonrisa. Las poquitas madres recientes que conozco por estos lares, las voy sometiendo a interrogatorios de tercer grado, flexo en la cara incluido, las pobres...

Aquí esa red se ve drásticamente reducida. La cantidad de gente que conoces es menor, no tienes a la familia, y las costumbres e ideas locales son realmente distintas. Y no es únicamente la familia y los amigos, sino la sociedad en sí. El saber desenvolverte en un lugar con tus costumbres y tu idioma.

Hay muchas pequeñas cosas del día a día a las que te acostumbras pero que en momentos como este echo de menos especialmente. El caminar por la calle e identificar rápidamente qué se vende en cada comercio, el entrar en una tienda y ponerme a hablar con la dependienta tranquilamente sobre qué tienen, o pedir consejo... Probablemente los expatriados que me lean, saben perfectamente a que me refiero, pero yo no lo ví tan problemático hasta que me di cuenta de que íbamos a ser uno más.

Para muestra un botón. La calle en la que vivo tiene 4 carriles en cada dirección, árboles y una acera bastante ancha. La salida del metro está en mi lado de la calle, además de que hay vallas así que sólo se puede cruzar por el paso de peatones (400m entre ambos), por lo que en realidad he pasado en contadas ocasiones por la opuesta. En la acera de enfrente hay unos restaurantes, un par de ultramarinos, y dos tiendas bastante grandes que no sabía de qué eran. Tenían el nombre en letras enormes (en chino, por supuesto, pero ni dibujos, ni fotos). Cuando llevaba un par de meses embarazada, un día pasé por la acera de enfrente. Y cuál fue mi sorpresa al descubrir que esas dos tiendas grandes, eran ¡¡tiendas de bebés!! Biberones, juguetes, ropa, leche en polvo... Vamos, surtido completo. La primera en la frente, yo venga a buscar dónde podría encontrar ese tipo de cosas y lo tenía enfrente de casa. Sobre de que fiarte cuando compras en China, os lo cuento otro día.

De momento seguiré buceando entre chinos y chinadas, buscando y descubriendo, que aunque este post me ha salido algo melancólico, la parte de aventura y emoción que desenvolverse por aquí conlleva también me gusta.


8 comentarios:

  1. Pues te comprendo perfectamente, y eso que yo no estoy tan lejos, ni siquiera fuera de España... pero a más de 1000 km. de familia y amigos echas de menos, y más cuando viene un bebé y tienes mil dudas... Menos mal que tenemos Internet...

    Todo un descubrimiento, tu blog, me quedo por aquí :)

    ResponderEliminar
  2. ¡¡Hola guapa!!

    Aunque tampoco sea mi caso, entiendo perfectamente lo que cuentas. Y por otro lado... me quedo con la frase del final. Porque siempre hay dos maneras de ver el vaso... porque aunque uno sea de verlo siempre medio vacío, la parte de verlo medio lleno nunca hay que olvidarla, que es otra lectura que igualmente siempre está ahí.

    Piensa además que, de todas estas experiencias, igual te da para un buen libro: "Manual de supervivencia asiática para intrépidas primerizas", o algo así... :)

    ¡¡Un besazo!!

    ResponderEliminar
  3. Yo no me embaracé en Miami, me vine con los cachorros de 1 y 3 años, pero como reconozco lo que describes… Sobre todo me pasó con la comida de Currita que era una enana…

    Y ese puntito de melancolía… Pfff, si es que nos metemos en unos berenjenales… Pero que nos quiten lo bailao!!!

    Un besazo!!

    ResponderEliminar
  4. Mucho ánimo en esta etapa, es normal que sientas esa morriña más fuerte que nunca, de alguna manera también te acostumbrarás, y vivir en otro país es también un regalo para tu hijo/a, aunque se perderá de otras cosas claro, pero hay que intentar ver lo positivo, qué más queda. Mucha suerteeeeee!!!

    ResponderEliminar
  5. Uf, siempre os admiro a las que críais lejos de la familia y de vuestro entorno. ¡Sois unas heroínas!

    ResponderEliminar
  6. es como si me hubieran escrito un post leyendome la mente...es difícil estar tan lejos cuando más necesitas estar cerca. Entiendo lo que describes...a mi me separan unos 13.000km...más o menos...

    ResponderEliminar
  7. ¿400 metros para cruzar tu calle? ¿He entendido bien? ¡Me ha impresionado! Entiendo tu morriña y tus miedos, la verdad es que un parto impone y, si estás a 10.000 km... ¡Buf! Mucha suerte en tu parto y espero leerlo por aquí ;) Un besazo!

    ResponderEliminar
  8. por cierto! the he dejado un pequeño premio...porque me gusta tu blog :)
    http://lai31.wordpress.com/2014/07/03/eo-eo-que-tenemos-un-premio/

    ResponderEliminar